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Por el amor de una rosa, el jardinero es servidor de mil doscientas espinas.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

Insomnia.

Entre aires soñolientos, sustenta de un hilo, ví cómo caía plácidamente al vacío de un sueño. Flotando sobre las esponjosas blancas nubes, tocando sus mantos de vapor. Siendo una lágrima suya, cayendo a la tierra de los sueños, tan ligera como una pluma. Deslizándome sobre sus extensas corrientes de aire, errante de sus rumbos. Cierro lentamente los ojos y me dejo llevar por el cansancio. Ya la sentía, sentía la presión que ejercía sobre mí, parecía tan poderosa y tan real... Nadie diría que se trataba de un espejismo de ilusiones. Podía ver su gélido aliento salir de mi boca, tocar sus robustas cortezas, sentir cómo sus blancas nieves eran cuchillas para mis pies que no respondían a mis acciones, oler su espectral aura, oír los silbidos del viento de entre la blanquecina arboleda. Empezó a llover y oportunamente a los pocos segundos a diluviar fuerte y abundantemente. Siempre quise estar allí, desde pequeña soñaba con pisar sus nieves y bañar mi cara en su fría lluvia. Retiré los cabellos empapados de mi cara para apreciar más la hermosa vista. Parecía estar sola, nadie me incordiaría con mentiras ni pesadeces. Tampoco tendría que ponerme nerviosa ni esconder mi forma de ser si no estaba la persona que me hacía perder la cabeza, pero deseaba que estuviese a mi lado para presenciar el hermoso paisaje que divisaba, cogidos de la mano, nunca separarnos y si los miedos me echaban atrás, tenerlo encadenado a mí. Sonreí, abrí la boca tragando gotas de su espectacular diluvio. Dando vueltas en mí, abatiendo los brazos en movimientos cortantes suaves, cantando al compás del gorgoteo de la intensa lluvia. Libre de los nervios y el estrés. Almacenando en mi memoria fotográfica cada una de esas bellas imágenes. Bailando con los ojos cerrados, agitando mis cabellos totalmente mojados... Fue  una experiencia viva y la mejor hasta ahora. Todo era tan... tan perfecto, era todo tan aparentemente real, tan amoldado a mis sueños...
Sudorosa, me incorporo en la cama. Miro el reloj verde fluorescente, las tres y media de la mañana, ¿cómo no?
Otro dulce sueño interrumpido por la insomnia y un sueño no se repite dos veces... Esa noche ya no iba a poder tocar, ver, sentir, oir, oler su hermosa capa de ilusiones... Maldita insomnia.

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